“Lo peor que nos pudo pasar pero lastimosamente no tienen donde ir”: Las contradictorias opiniones de los estudiantes colombianos sobre la migración venezolana, la crisis democrática y la xenofobia

 

Estudiantes venezolanos cruzando el Puente Internacional Simón Bolívar para asistir al colegio en Colombia. Tomada por Marcela Ortiz.

 

por Michelle J. Bellino y Marcela Ortiz Guerrero

11 de febrero 2024

La actual crisis política y socioeconómica en Venezuela ha dado lugar a uno de los mayores movimientos de refugiados y migrantes en América Latina y el Caribe. Cifras recientes estiman que 7,7 millones de venezolanos han abandonado su país de origen. Colombia, que comparte una frontera de 2.000 kilómetros de largo con Venezuela, ha recibido el mayor número de inmigrantes venezolanos y alberga a aproximadamente 2,9 millones de personas. En su mayor parte, este grupo de migrantes no son clasificado como refugiados. Sólo un número pequeño de venezolanos ha presentado solicitudes de asilo para obtener protección internacional, sin embargo, la magnitud de la crisis llevó al ACNUR a crear una categoría separada para identificar a los “venezolanos desplazados en el extranjero”. (En 2022, ACNUR introdujo la categoría “otras personas que necesitan protección internacional”, que ahora incluye a los venezolanos).

En un estudio reciente, exploramos las opiniones de más de 3.000 estudiantes colombianos de educación secundaria, pertenecientes a 45 escuelas públicas ubicadas en Bogotá. Nuestro estudio interroga qué entienden los jóvenes que asisten al colegio en Colombia sobre la crisis venezolana que impulsó la migración y cómo se sienten acerca de la respuesta de su país ha brindado a este tema. Nuestros resultados señalan que los estudiantes colombianos entienden la migración venezolana de maneras divergentes. Algunos estudiantes mostraron empatía al imaginar las condiciones de las que huían los venezolanos, reconociendo que se trata de una migración forzada, pues “han tenido que venirse para Colombia no porque ellos quisieran.” Otros culparon a los venezolanos por “huir del país en lugar de quedarse a luchar” o por no asumir la responsabilidad de sus decisiones políticas, enfatizando que “ellos mismos destruyeron su país, es su problema, no el nuestro.” Sin embargo entender la naturaleza del movimiento transfronterizo de los venezolanos como involuntario no fue razón suficiente para apoyar puntos de vista inclusivos. Los estudiantes de ambos extremos (los que perpetúan el racismo xenófobo, así como los que se resisten a estas narrativas) nos recuerdan la necesidad urgente de un diálogo abierto sobre la migración global y el papel fundamental que pueden desempeñar las escuelas para generar un encuentro entre personas e ideas diversas.

 

La bienvenida de Colombia

Colombia ha tomado medidas para ampliar y fortalecer su sistema de protección. Hasta noviembre de 2020, en un esfuerzo por prevenir la apatridia, el gobierno había emitido 47.000 actas de nacimiento a hijos de padres venezolanos nacidos en Colombia. En 2021, lanzó un Estatuto de Protección Temporal de diez años para Migrantes Venezolanos. Recientemente, ajustó sus marcos normativos y sus sistemas de información y gestión educativa para defender el derecho a la educación de los niños en situación de movilidad. Aunque persisten brechas críticas de integración, la regularización del status y la documentación para refugiados y migrantes han facilitado un mayor acceso a servicios básicos como la educación. Este entorno favorable a la migración es valorado por los jóvenes que participaron en este estudio. Aproximadamente el 12% de las respuestas de los estudiantes incluían aprecio u orgullo por la acogedora respuesta de Colombia a los inmigrantes venezolanos. Los estudiantes reportaron sentimientos positivos, por ejemplo, señalando ideas como “Colombia actuó de buena manera” y “Siento firmemente que el gobierno colombiano brinda su apoyo a los inmigrantes venezolanos.” Otros aplauden la acogida de Colombia, al tiempo que añadieron condiciones para la llegada de esta población, como limitar el tamaño de la población venezolana con estadía en Colombia o la duración de su estancia, señalando, “me parece bien que Colombia ayude a Venezuela pero que cuando su país se arregle también que se devuelvan.”

 

Percepciones de amenaza

Sin embargo, las advertencias de que Colombia necesitaba dar la bienvenida a los venezolanos porque era “lo correcto” se expresaron paralelamente con temores y preocupaciones de que la migración estaba “destruyendo nuestro país”. La percepción de amenaza relacionada con la estabilidad económica fue una de las preocupaciones mencionadas con mayor frecuencia en relación con la migración (~18%), seguida de la preocupación que la migración aumentará la inseguridad y la delincuencia (~13%). Varias respuestas enfatizaron las “malas intenciones” de los migrantes venezolanos y caracterizaron su llegada como una “invasión”. Sólo cinco (de un total de más de 3.000 respuestas) señalaron el potencial positivo o el impacto beneficioso de la migración en Colombia. Incluso estos pocos reconocimientos de que los migrantes aportan recursos culturales, lingüísticos y económicos a menudo se expresaron ligados a preocupaciones sobre los impactos negativos en la calidad de vida de los colombianos, enfatizando las contradicciones de la integración.

 

Nacionalismo y abandono del Estado

Se identifica el surgimiento de una intensa sensación de abandono del Estado acompañada de sentimientos anti-inmigrantes. Los estudiantes yuxtaponen la negligencia del Estado hacia los ciudadanos colombianos con lo que perciben como derechos y privilegios ofrecidos a los inmigrantes venezolanos. Como explicó un estudiante, “el gobierno colombiano ha ayudado [a los migrantes], pero se ha excedido al punto de importarle más los ciudadanos de otro país que del propio, dejando a la deriva todos los problemas que tiene Colombia.” Los sentimientos de que el Estado no había abordado adecuadamente las desigualdades internas, incluidas aquellas arraigadas y exacerbadas por el conflicto armado, se sumaron a las percepciones de que Colombia no era lo suficientemente estable para acoger a un número tan grande de migrantes, y que los migrantes estaban desestabilizando un entorno y un proceso de paz que de por sí ya eran frágiles. Varios contrastaron el trato que el gobierno dio a las víctimas del conflicto armado con el trato hacia los venezolanos: “pienso que el gobierno colombiano ha sido bastante injusto con el pueblo colombiano… a extranjeros les han ayudado más en sus crisis, que a los colombinos que se ven afectados por las guerras durante años y han sido desplazados y exiliados de sus tierras con crueldad.” Un estudiante cuestionó: “es bueno ayudar, pero ¿quién nos ayuda a nosotros?”

 

Aumento de la xenofobia 

A pesar de cierto reconocimiento de la naturaleza devastadora de la crisis venezolana y las obligaciones generadas en los marcos de derechos humanos, encontramos referencias a que Colombia había alcanzado el umbral con respecto al número de venezolanos que podía albergar. Los estudiantes se refirieron a Colombia como “Venezuela 2.0” e insistieron en que “hemos llegado al límite.” Algunos se basaron en estereotipos de mujeres y niñas venezolanas sobresexualizadas, sugiriendo que los embarazos eran estratégicos para anclar conexiones con el Estado colombiano. En mayúsculas, un estudiante escribió: “NO ESTOY DE ACUERDO CON DARLE A LOS BEBES O NIÑOS CHIQUITOS, DARLE LA NATALIDAD [NACIONALIDAD] DE COLOMBIANOS.” Entre las respuestas de los estudiantes, clasificamos 77 como expresiones de abierto desdén hacia los venezolanos, calificando a los inmigrantes como “vagos,” “ignorantes” y “sucios.” Más de una docena de estudiantes compararon a los venezolanos con “animales,” “perros” y “gusanos,” se basaron en estereotipos persistentes de que los inmigrantes son portadores de enfermedades o recurrieron a un lenguaje extremadamente dañino. Estas respuestas a menudo coincidieron con llamados generalizados a la deportación y expulsión.

 

Resistir la xenofobia

Aunque algunas respuestas estuvieron atadas al odio, la mayoría de los estudiantes demostraron sentimientos complejos y en ocasiones contradictorios. Algunos compartieron que estaban trabajando para darle sentido a sus prejuicios internalizados, mientras resistían activamente el discurso negativo en los medios y las “opiniones que escucho a mi alrededor.” Varios reflexionaron sobre cómo han cambiado sus puntos de vista sobre los venezolanos a lo largo del tiempo. Como explicó un estudiante: “he sentido algo de xenofobia. Pero trato de tener presente que son seres humanos, que tienen sueños, ideas, que son como yo y que, no son culpables en lo absoluto de su situación, al menos en cierta medida.”

En relación con esto, los jóvenes expresaron preocupación por el discurso y las prácticas xenófobas dañinas que se ven en Colombia, y reflexionaron: “Es triste ver como la gente va sufriendo… pero es aún más triste la intolerancia que hay en Colombia hacia ellos.” Otro expresó su preocupación: “Cada día más aumenta la xenofobia en el país y esto es una cuestión que se tiene que controlar a como de lugar.” La discriminación y la xenofobia han empeorado a lo largo de los años, lo que sugiere que la respuesta inicial de bienvenida de los colombianos se volvió más negativa con el tiempo. En medio de una creciente xenofobia, los estudiantes luchan con sentimientos complejos y con sus propias contradicciones internas mientras mantienen sentimientos de compasión, preocupación, miedo y frustración.

 

Implicancias para la educación

En vista de estos hallazgos, es posible que los estudiantes venezolanos tengan que enfrentarse diariamente a altos niveles de discriminación y que en los espacios escolares se manifiesten discursos y acciones xenófobas. En algunas encuestas con familias de inmigrantes venezolanos en Colombia, algunas de las razones que se señalan por las cuales los niños no asisten a la escuela tiene relación con las experiencias y temores de verse enfrentados a la discriminación y xenof. Si no se interrumpen, estas opiniones de los estudiantes colombianos podrían contribuir a que los entornos escolares sean abiertamente hostiles hacia los inmigrantes venezolanos, lo que resultaría en mayore exclusión respecto de las  oportunidades educativas y de las oportunidades de construcción comunitaria.

Pero no todo es negativo. Estas respuestas también muestran los esfuerzos que hacen los jóvenes para resistir narrativas dañinas sobre los migrantes, incluso las de quienes ocupan posiciones de poder. Ellos hacen un llamado a las personas e instituciones a apoyar la inclusión de los migrantes venezolanos y añaden complejidad contextual, histórica y humana a las circunstancias que han provocado una dislocación masiva y que desafían a los migrantes en las comunidades de acogida colombianas. En conjunto, estas respuestas sugieren aperturas críticas para la investigación curricular y el diálogo en las aulas como oportunidades para involucrarse más directamente con la comprensión, preguntas y preocupaciones de los jóvenes colombianos sobre la migración y los cambios que se están produciendo en sus comunidades. Estas aperturas pueden ser en base a conocimientos empíricos de estudios que demuestran que el lenguaje, las clasificaciones y una comprensión más profunda de los factores que impulsan el desplazamiento pueden influir en las actitudes hacia los migrantes. Las identidades transnacionales y las experiencias transfronterizas pueden ofrecer poderosos puntos de entrada al aprendizaje colectivo y a críticas conmovedoras de la ciudadanía democrática.

Muy a menudo, la investigación sobre estudiantes refugiados y migrantes se centra en las experiencias de los quienes han sido desplazados, sin un reconocer suficientemente los contextos en los que se encuentran, incluidas las relaciones con los ciudadanos nacionales, con quienes aprenden e interactúan. Apoyar las experiencias de integración e inclusión de los estudiantes desplazados en los sistemas nacionales de educación significa que debemos prestar atención a las actitudes y discursos que circulan dentro de las escuelas y en las comunidades en general. También es clave para formar ciudadanos comprensivos, empáticos y que trabajen para crear sociedades inclusivas en un contexto donde la movilidad transfronteriza seguirá aumentando la diversidad dentro y fuera de las escuelas.

Este blog está basado en un artículo publicado por el Journal of Immigrant and Refugee Studies, DOI: 10.1080/15562948.2023.2228243.

Para conocer hallazgos adicionales del estudio, por favor consulta https://mjbellino.com/research/teaching-peace/ y https://deepblue.lib.umich.edu/handle/2027.42/175965.

Disclaimer: The views, thoughts, and opinions expressed in this publication belong solely to the author(s) and do not necessarily represent those of REACH or the Harvard Graduate School of Education.



About the Authors

Michelle Bellino es profesora asociada en la Facultad de Educación (Marsal Family School of Education) de la Universidad de Michigan. Su investigación se centra en el desarrollo cívico de los jóvenes en contextos deconflicto armado y situaciones de desplazamiento forzado. En dichos entornos, ella explora cómo experiencias vinculadas con  la violencia, el asilo y los procesos de paz y justicia influyen en la participación de los jóvenes en las escuelas y en la sociedad, cómo determinan sus aspiraciones futuras, así como también su acceso e inclusión al sistema educativo. Puede leer más sobre su investigación en https://mjbellino.com/

Marcela Ortiz es candidata al doctora en la Facultad de Educación (Marsal Family School of Education) de la Universidad de Michigan. Su interés se centra en las experiencias educativas de  niños y jóvenes que han sido víctimas de situaciones de desplazamiento forzado. Su investigación busca comprender qué implica la integración educativa para los niños migrantes y refugiados. En dicho trabajo ella explora el rol de las políticas públicas, las percepciones de los estudiantes y las comunidades locales, y las complejidades del sentido de pertenencia para poblaciones en situación movilidad. Marcela ha trabajado como consultora educativa para agencias gubernamentales y organismos internacionales, incluida la UNESCO y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Sarah Dryden-Peterson